viernes, 5 de octubre de 2018

Por Eduardo Gonzalez Viaña, Ver llorar a Velasco

Por Eduardo Gonzalez Viaña

Ver llorar a Velasco
"Aprendí a creer en ese hombre cuando lo vi llorar."- me confesó Chabuca Granda acerca del general Juan Velasco Alvarado.

Nuestra genial cantautora había sido invitada por el presidente a una reunión en palacio de gobierno. Con su anfitrión, se encontraban reunidos todos sus ministros y uno de ellos, Jorge Fernández Maldonado, le pidió que cantara algo de su creación.

No se hizo de rogar Chabuca y, de inmediato comenzó a entregarles "Paso de vencedores", la canción inspirada por el ingreso del ejército peruano a Talara para recuperar el petróleo explotado ilegalmente por la International Petroleum Company.

Paso de vencedores, tierra en rescate.
Clarines de la dignidad. Sol del Obrero…

Campesino triunfador, hermano nuevo
Olores de revolución, patria en barbecho
Soldado: toma la luz del guerrillero…

-¡Otra, otra!

¿Qué vino después?... Chabuca Granda había escrito diez canciones dedicadas al poeta Javier Heraud.

¿Por qué le cantaba Chabuca?...Los dueños del país querían hacernos creer que ellos representaban las ideas cristianas. Sin embargo, día tras día, demostraban que no había materialismo más perverso que el suyo. El sacrificio de aquel muchacho de 21 años mostraba al mundo la bestialidad de los opresores.

La sangre que entregaste nos ahoga
desde el fondo del tiempo y tu canoa.

Javier Heraud, como después lo harían Luis de la Puente Uceda y los guerrilleros se habían levantado contra un orden bárbaro en el que los campesinos indígenas era considerados semiseres humanos mientras que los gobernantes obedecían los dictados del extranjero y alquilaban nuestro petróleo por la cantidad con que se paga un año en una pensión barata.

Alguna vez, Velasco explicaría que el gobierno de turno ordenó a los militares reprimir la insurgencia, y ellos cumplieron. Pero al salir del campo descubrieron que los guerrilleros tenían razón. Se dieron cuenta de que la condición de los campesinos era inicua.

Por esta razón, el 3 de octubre de 1968, las Fuerzas Armadas habían protagonizado un pronunciamiento institucional. Apenas en el gobierno, el ejército había entrado en Talara para recuperar el petróleo como después lo harían con las minas, las aguas y los recursos naturales.

La reforma agraria significaría la entrega de la tierra a quienes la trabajan y el reconocimiento de la condición humana de los hombres del campo. La amnistía de los presos políticos demostraría además que las fuerzas armadas, encabezadas por Velasco Alvarado, querían construir una democracia social con la participación de todos.

El joven al que Chabuca estaba cantando era el mejor poeta joven del Perú y tenía enfrente una vida con muy amplias perspectivas. Sin embargo, todo lo había sacrificado por solidaridad con los más pobres.

Javier guardaba parecido y continuidad con ese otro chico, Mariano Melgar, también enfrentado contra el despotismo, que en 1815 viera los fusiles de los soldados españoles dirigidos contra él en un silencioso muro de Umachiri.

Y por fin, Javier era también la imagen de ese joven valiente que había protagonizado la rebelión de todo un continente contra el déspota español, Túpac Amaru. Tupac Amaru se llamaron a partir de entonces los grupos de hombres que en uno y otro lado del mundo sacrificaban su libertad y sus vidas por esa misma idea. Y Tupac Amaru era el retrato con que Velasco había ordenado sustituir las imágenes del infame conquistador.

Por eso, no había terminado de cantar Chabuca cuando pudo observar que los ojos del general Velasco estaban húmedos. El hombre que después sería considerado por algunos un dictador, derramaba lágrimas y escondía el rostro. Lo mismo hacían otros generales.

-"Aprendí a creer en Velasco cuando lo vi llorar".- me dijo Chabuca Granda. En estos momentos se cumplen 50 años de esa historia.

 

 From: Eduardo Gonzalez-Viana <egonzalezviana@yahoo.com>

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